jueves, 17 de julio de 2014

3- Aristóteles



Medios y fines

Aristóteles pensaba la naturaleza de manera finalista teolológica. Esto quiere decir que para él, absolutamente todo lo que hay en el mundo natural sucede porque los cuerpos se mueven buscando su “lugar natural” (ideal) que siempre es mayor que el estado anterior.  Por lo tanto en la naturaleza siempre todo va a tender a autosuperarse y mejorarse. La teolología se aplica también al hombre y las acciones que realiza.

Todo lo que el hombre hace lo hace porque considera que está bien hacerlo (sino no lo haría). Pero hay bienes que son sólo medios para lograr otros, por ejemplo laburar paseando perros nos sirve para tener plata y poder pegar faso el fin de semana; otros bienes en cambio son “fines” en sí mismos como la diversión que nos otorga el fasito durante una maratón de Family Guy. Aplicando la lógica teolologística (que siempre todo tiende hacia un nivel superior) podemos presumir que existe un bien último, supremo, al cual se dirigen TODAS las acciones del hombre. Si habláramos solamente del hombre macho podríamos decir que ese fin es “ponerla” pero no, Aristóteles iba más allá y abarcaba a toda la humanidad y de manera un poco (un poquito nomás) más seria.

Este bien supremo va a poseer dos características: en primer lugar tiene que ser un final, algo que deseemos por sí mismo y no por otra cosa. En segundo lugar tiene que bastarse a sí mismo (autárquico) osea no necesitar nada más para funcionar para que no tengamos que depender de ninguna otra cosa. Para Aristóteles este bien supremo es nada más ni nada menos que la FELICIDAD.



Floja respuesta Aristóteles, ¡obvio que todo el mundo va a querer ser feliz! Pero el problema surge cuando definís cómo se alcanza esta felicidad porque para todos es algo distinto. Había 3 teorías que decían dónde se encuentra la felicidad: en el placer, en los honores y en las riquezas. Las 3 estan equivocadas.

La felicidad no se puede encontrar en los placeres porque, en primer lugar el placer es algo que compartimos con los animales y si nuestra vida fuera puro placer estaríamos viviendo como animales (aunque veo cómo se rasca mi gato todo el día y la verdad que no es mala vida). Además de esto tampoco es posible porque siempre vamos a estar atados al objeto de placer, ya sea un chocolate Milka, un fasito colombiano o una prostituta de oro sólido.

Tampoco se va a encontrar la felicidad en los honores porque la fama depende pura y exclusivamente de la imagen que generamos en los demás y ya dijimos que la verdadera felicidad no podía depender de nada ni nadie.

Por último las riquezas no son válidas porque no son un fin sino un medio, uno no quiere tener plata para tener plata sino para poder comprarse cosas como las que dijimos en el punto de los placeres.
Con el Turco me compraba 2 paquetes de Whiskas por $1

Virtudes éticas y dianoéticas

Para Aristóteles, entonces, la felicidad sólo puede encontrarse en la VIRTUD, entendida como la excelencia en algo. Por ejemplo Messi es virtuoso en el fútbol, Regina Spektor es virtuosa cantando y Caruso Lombardi es virtuoso vendiendo humo pero lo que debemos buscar es QUÉ es eso que tiene el hombre que lo diferencia como especie, que se comparte entre todos y que puede alcanzar un grado de virtuosidad para hacernos felices.


Esto último es la razón, lo que nos diferencia de los animales es nuestra habilidad de pensar (a veces), nuestra alma racional. La otra alma, que es común a todos los seres vivos, es la sensitiva. Esta otra alma irracional es la que genera los deseos y va a ser la razón la encargada de contenerlos. A partir de acá existen 2 tipos de virtudes: las de la razón en sí misma (dianoéticas) y las de la razón aplicada a la facultad de desear (virtudes éticas).

La virtud ética, Aristóteles la va a encontrar en el hombre prudente, que es aquel que logra encontrar el justo medio entre lo racional y lo irracional, entre el defecto y el exceso.  Luego va a dar 3 características: en primer lugar el acto, para ser juzgado como bueno, tiene que ser obrado con total libertad (de nuevo nadie puede obligarnos a hacer nada). En segundo lugar la virtud es cuestión de práctica, no sirve que hagamos algo bueno una vez, tenemos que ser buenos siempre. Por último, como habíamos dicho, el hábito de elección debe estar siempre en el justo medio. No tenemos que ser ratones ni derrochadores, sino generosos. No ser cagones ni prepotentes, sino valientes.

Este justo medio no es igual para todos y va a depender siempre del contexto de cada persona. Por ejemplo no le podemos exigir a una persona que nos de algo para comer si su propia familia vive en la miseria.

Por más que sea una miseria digna

Las virtudes dianoéticas atañen al conocimiento y son el arte, la prudencia, la ciencia, la intuición, el intelecto y la sabiduría. Habíamos dicho que la razón es lo que nos distingue de los animales, por lo tanto Aristóteles va a determinar que la verdadera felicidad se encuentra en la actividad contemplativa, porque no necesitamos nada más que a nosotros mismos para pensar y alcanzar el grado de comprensión total del universo puede ser un fin último. De esta forma el filósofo es el que lleva la vida más feliz de todos los hombres (ningún boludo Aristóteles, fija que así levantaba en los bares de Grecia). Sin embargo admite que ningún hombre puede vivir una vida pura y exclusivamente contemplativa (siempre van a existir otras necesidades físicas y deseos) por lo que la vida puramente teórica queda exclusiva para un ser superior y tan sólo es un ideal para el hombre.



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